Yo le pinté el bigote a Stalin - Erika Riemann



Erika tiene quince años y le pinta un bigote a Stalin: año 1945, Alemania recién derrotada. Es arrestada y condenada a diez años de prisión. Durante ocho años, de los quince a los veintitrés, pasa por varios campos de concentración y cárceles rusoalemanas. Sus memorias son poco más de doscientas páginas trepidantes que se leen en un suspiro — la traducción de Nuria Molinés es clave— y cuentan un viaje a un largo y hambriento infierno de una nadie alemana.




Durante su lectura me venía continuamente a la memoria otra novela sobre otro nadie, este español: la obra maestra de Ramiro Pinilla “Antonio B. El Ruso”, tal vez la primera novela de Chukri, alguna de Istrati, en otro sentido el “Goethe en Dachau” de Nico Rost, también editado por ContraEscritura. Todas novelas de hambre y represión. Todas cuentan vidas que habitualmente no se cuentan, la vida de los nadie. Como dice Erika al final del libro al ver en televisión imágenes de los judíos en los campos de concentración, ¿quién se acuerda de las alemanas que pasaron por los mismos campos? 


Pero Erika no plantea un libro político contra Stalin o contra el estalinismo —que también—,  su relato es más primario y más profundo, ella cuenta el horror, cómo lo sobrevive y qué queda después de sobrevivir al horror. Tan importante es el pasado como el futuro de ese pasado que suele ser también un infierno. Qué puede quedar de nosotros si nos destruyen, qué fuerza es necesaria para seguir sobreviviendo.




La represión rusa en Alemania fue terrible pero si leyéramos este libro —con otros nombres e idiomas— podríamos situarlo en una cárcel franquista de Almería, en un campo de concentración nazi, en Guantánamo. Ante unos, ante otros, el sobreviviré de Erika, el me niego de Nico Rost.


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