El amante, de Marguerite Duras


"Lo que ahí ocurre es precisamente el silencio, ese lento trabajo de toda mi vida. Aún estoy ahí, ante esos niños posesos, a la misma distancia del misterio. Nunca he escrito, creyendo hacerlo, nunca he amado, creyendo amar, nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada."

Marguerite Duras vuelca su juventud fallida, la historia dolorosa de una familia a la que ama y odia al mismo tiempo y la rendición ante la búsqueda de una voz que le han negado siempre. Ella, la niña del rostro que no reconoce, la del rostro que desaparecerá pronto, es una niña que se da cuenta de que nunca lo fue, y que siente inmensamente el vacío, la ausencia de todo.

El deseo y el dolor son uno en la novela de Duras. Es un camino que se abre desde la madre, desde la relación oscura que ella misma mantiene con su madre, de la que anhela el amor que da en exclusividad al hijo mayor, dejando desamparados de todo afecto a ella y a su otro hermano menor.
Ese vacío la lleva al amante chino, sin saber si está preparada para el amor o no, o si puede permitirse sentirlo. El amor le produce tristeza, es demasiado para ella. Pero su sexualidad quiere abrirse camino, quiere explorarla, tanto en su cuerpo como en el del amante chino o como en el de su compañera de clase. Sin embargo, hay en ese deseo una violencia soterrada que lleva al dolor y que parte del hermano mayor y la atraviesa. Esa violencia cubre su existencia y la de su familia, incluso una vez muerto, y configura su vida.

La protagonista no ve salidas, no tiene nada, sólo miedo por ese hermano menor indefenso expuesto a una violencia queda. El amante chino, en cambio, sufre, sufre por el temor de perderla y ese temor es inmenso, desbocado, lo que desemboca en un deseo desmesurado, y febril. Aquí el deseo está llevado al borde de lo insoportable y roza la locura, como le ocurre a la madre, que en su camino a la locura también muestra un deseo terrible que no pronuncia, pero que la protagonista percibe y comprende y que define toda relación entre ellas.

Éste es un relato contundente, hilado en reflexiones en las que se da cuenta del silencio. Un silencio que pesa, y que nos deja un aire cargado de palabras de las que debemos extraer la dimensión del relato, la verdad sobre el rostro sin voz.

Por María Pérez Cordero

El amante, de Marguerite Duras, disponible aquí.

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