El club de los mentirosos, de Mary Karr


"Nuestro nudismo tenía su origen en el insomnio. En nuestra casa nadie era capaz de pegar ojo. Y de ese doloroso estado de agotamiento constante surgía la imprecisa idea de que el sueño podía venirnos más a menudo -pues llegaba por rachas- si nos vestíamos para ello; o, mejor dicho, si nos desvestíamos. Nuestros cuerpos desnudos eran invitaciones andantes a que nos asaltara un sueñecito".

Mientras leía El club de los mentirosos me ocurría que volvía una y otra vez a la fotografía de Mary en la solapa del libro. Tenía que verla, comprobar a cada tanto que estaba bien, o lo parecía al menos.

Su autobiografía está construida para el sobresalto. Cuando piensas que estás leyendo sobre un juego infantil, en un pueblo desolador y deprimente como el que cuenta Mary, y estás tratando de imaginar esa existencia donde ser una niña salvaje es la única opción, de repente te asalta algo terrible. Y vuelves atrás, porque tú creías estar leyendo otra cosa, pero no, vuelves a leer y te preguntas cómo no has podido darte cuenta de que el juego sólo era una tapadera de mucho más: de la desesperación de una niña que trata de ser justo eso aunque no la dejen. Y no la dejan, pero ella tiene sus historias, sus métodos para hacer que cualquier desencuentro, desequilibrio o desgracia pueda verse a vista de pájaro desde las alas de la inocencia interrumpida.

De todos los personajes no sabría decidir mi favorito: el padre que parece tenerlo todo bajo control en el fondo de la botella de whisky, que sabe más de la complejidad humana que cualquier psiquiatra de Texas, un trovador de refinería y barra. La abuela, en su delirio atroz, cruel, de la que quisiera saber más. Lecia, la hermana que debió de cederle la infancia a Mary, porque dos niñas no podían sobrevivir en aquella casa. La madre y la propia Mary, que no pueden separarse en el relato. Una madre delirante, artista, de vuelta del sufrimiento, siempre a punto de ebullición. 

Me maravilla el humor para contar lo terrible y el miedo. Porque ante las adversidades el humor es un escudo, es una forma de sacar el codo del lodo que nos hunde, de darle una vuelta y de tirar pa'lante. 

Las obras de Mary Karr están disponibles aquí.

María Pérez Cordero

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