Marco Martella - Un pequeño mundo, un mundo perfecto.

 

He leído tarde este libro porque me ofendí. Martella, advierte la traidora editorial en la solapa, es el heterónimo de Cerić y Pércy. Imposible. Leí a Cerić. Escapó de la guerra y vive en su jardín bosnio, apartado del mundo y, pese a su maestría, sin escribir. Busqué sus libros de poesía en la web, me pregunté porqué no estaban editados en castellano, conté su historia a amigos y clientas. Heterónimo. Me llevé el libro de Martella a casa cuando salió, en setiembre. Leí la solapa. Lo devolví a la librería. Con los meses me lo fui tomando con más humor, no mucho. Sí que me ayudó descubrir que Vila-Matas “había intercambiado mensajes con Cerić”. Lo que no pueda lograr un gran autor. Un abrazo, Enrique.

 


Leo libros de jardines pero no sé muy bien porqué. No tengo conocimientos botánicos, por desgracia, ni los tendré, porque el tiempo y la vida son finitos. No sé diferenciar -casi- un iris de un narciso. Olvido los nombres de las plantas que compro en el vivero antes de aparcar en casa. Pero los leo. Y me siento cómodo leyéndolos. Siento que cuando Martella me lleva de la mano por un jardín francés estoy entendiendo en un extraño sentido lo que me está narrando. No necesito saber (bueno: sí, pero no) exactamente lo que es cada árbol y lo que significa para disfrutar ese paseo. Cuando esas visitas están entremezclados con la literatura y la poesía lo disfruto aún más. Quiero leer el poema de Vita-Sackville tanto como comprar unas clemátides. El jardín de Jarman y sus libros me son conocidos de tanto que los he imaginado.

 

Hay sabiduría que brota de las páginas de este libro: “en el fondo no sabes nada de los árboles de tu jardín, para ti su vida sigue siendo un misterio. Y (...) en realidad, no crees que te necesiten en absoluto. Eres tú quien los necesita a ellos”. Una sabiduría oscura y difícil de expresar en palabras, parecida a la que me empuja al jardín, a mirar, ver y sentir lo que hay más que a entenderlo como un resultado de mis acciones. Creo que una de las ideas principales del libro: que el jardín nos obliga a salir de nosotros mismos, a ser hacia afuera, es válida para el jardín, el patio andaluz, el paseo por la naturaleza. El jardín y la literatura. Los literatos y las poetas que escogieron vivir en un jardín. La poesía de Hesse que se cartea -ay- con Pércy. Chateaubriand. Bomarzo. Y Vita. Quiero leer esos poemas de Vita: “aunque no cambien el curso de la historia, la poesía y la jardinería permiten, si no sobrevivir, al menos mantenerse con vida”.

 

Pia Pera, su libro y su jardín visto con los ojos compasivos y sabios de Martella. “Pia escribe «Miro las flores de esta primavera y no recuerdo nada de las estaciones pasadas…» La vida, al menos por unos instantes, ya no era un enigma por resolver”.

 

El jardín como refugio pero también como subversión. Como los libros sobre jardines. Como los de Martella. Porque debajo de las hojas caídas, que hay que dejar porque alimentan el suelo, porque son el suelo y son la vida, está el significado de la tierra que no logramos comprender, que no hay que comprender. Gracias, Martella. O Cerić, qué más da.

 Los libros de Editorial Elba, aquí.

 Enlace al blog de Enrique Vila-Matas, aquí.

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